domingo, 1 de mayo de 2011

Matisse, padre del color


Matisse empezó a pintar en 1890, año en que abandona sus estudios de jurisprudencia. En París se inscribe en la Academia Julien y luego en la Academia de Bellas Artes. En el Louvre frecuentó a los grandes maestros, e incluso llegó a copiar sus cuadros. Pronto puso en tela de juicio la noción de estricta imitación de la realidad. Matisse apuesta por la esencia y no tanto por la apariencia de realidad fotográfica.

Para él el color es el que da entidad a la pintura, el color puede desempeñar el papel de dibujo, de perspectiva, de sombra de volumen... . Observa que la vida es color y lo plasma en su pintura. La supresión de sombras y su sustitución por colores puros hace que la pintura brille más que nunca. Matisse dibuja con el color y lo distribuye en el espacio de modo que éste quede sugerido sin que se produzcan las deformaciones de la perspectiva.

El arte de Matisse es amable, de gran luminosidad, apacible, pero no por ello ingenuo, sino de gran virtuosismo e inteligencia. Sus ventanas se abren al silencio, y la luminosidad no provoca sombras, ni degradaciones, sino que se mantiene en un estado de plenitud y de serenidad que oculta el esfuerzo realizado. En sus obras vuelca la alegría de la meditación, exenta de inquietudes. Su obra es un resultado de orden, imaginación, disciplina y libertad.

Matisse trabaja a base de amplias áreas de color, mostrándose con ello heredero de Gauguin. La pintura se hace presente a través del grumo y del empaste, sentimos la pintura como materia. La mancha plana de color provoca en nosotros un valor plástico y figurativo. Matisse construye sobre el color.

Su arte es su espíritu interior:

En torno a 1908-1909 Matisse publica cartas en las que habla de lo que él entiende por "arte". He aquí algunos de los fragmentos reveladores que salieron de sus propios labios: "El pintor ya no necesita preocuparse de detalles insignificantes, para ello está la fotografía que lo hace mejor y más rápido.., la pintura es para representar visiones interiores..., ver ya es en sí un acto creador, requiere un esfuerzo, todo lo que vemos se deforma por nuestras costumbres occidentales... hay dos maneras de expresar las cosas: señalarse brutalmente y otra evocarlas con arte, se evoca lo que la mirada produjo en nosotros como acto que requiere trabajo..., el pintor debe tener simplicidad de espíritu...".

La Naturaleza la entiende como principio generador. "Con los colores se pueden conseguir efectos encantadores... basta que se junten o se alejen...". En él prima el instinto. La pintura cambia de estado con lo sensorial, se produce una metamorfosis. "La palabra Impresionismo no puede mantenerse para pintores nuevos que entienden la primera impresión como engañadora". "El Neoimpresionismo señaló el primer intento de ordenar los elementos del Impresionismo, el Fauvismo quebrantó la tiranía del Divisionismo..., yo alcancé el alarde luminoso. Lo que trato de lograr ante todo es la expresión... . Mi sueño es un arte lleno de equilibrio, pureza, reposo, sin temas inquietantes, de alivio a lo intelectual...".



Obras representativas de Matisse:


Lujo, calma, voluptuosidad, 1904, óleo sobre lienzo, 98´5 x 118´5 cm, Musée National d'Art Moderne, Centre Georges Pompidou, Paris.

En este tema temprano adoptó el Divisionismo. Recrea el mito del origen de nuestra sensibilidad y razón de ser, se habla de la dominante mediterránea. El descubrimiento del origen es algo que siempre le obsesionó. Como pretende lujo, calma y voluptuosidad, pinta un hermoso lugar donde las mujeres se desnudan y se bañan. Recrea un paraíso que quiere revivir. Por medio del lenguaje divisionista, se dirigen los puntos al estado del instinto que nos impulsa a buscar el sosiego. La misión de su arte es crear un paraíso donde la conciencia encuentra sublimaciones. La realidad simplemente se toma como puente para llegar a lo pictórico. El título de este tema es un recuerdo y homenaje a Baudelaire, que tituló un poema del mismo modo.



La raya verde, 1905, óleo sobre lienzo, 60 x 41 cm, Statens Museum for Kunst, Copenhagen.

El tema puede considerarse como punto de arranque para posteriores soluciones. Si este tema se observa con los ojos entornados, resulta más amarillo, estableciéndose así la idea de equilibrio. Este equilibrio cromático, es asombroso, contrarresta de modo perfecto las manchas rojas con las verdes. El rostro se configura en torno a una línea verde que sustituye la nariz de la retratada. La zona de la nariz y la boca roza lo monstruoso, la belleza se ha perdido. Lo feroz y zoológico es el resultado de la situación pictórica. Es como si Matisse quisiera eliminar toda la psicología que podría transmitir el retrato para reconciliarse con el mero acto de pintar. Era sencillo el abstraerse de emotividades en géneros como el paisaje o el bodegón, pero en el retrato supone un reto difícil de conseguir.







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